Ahogarme, navegando en una barca hecha de nidos de pájaros varios en el mar caspio.
Envenenarme, con un granito de polonio
mezclado en mis platos favoritos,
hasta desvanecerme, en inesperada reunión.
Pintarme los labios de mercurio,
Y marchitar lentamente,
Mientras beso el frío carbón del piso.
Comprar un tiquete hasta la tierra del fuego,
Pararme en un iceberg,
Y escribir los mil nombres de los invisibles,
Hasta dejar de latir.
Para, por, siempre.